domingo, 12 de julio de 2009

REVOLVIENDO EL ARCÓN I

Enrique Santos Discépolo nació en Buenos Aires el 27 de marzo de 1901, es decir junto al siglo XX, y murió el domingo 23 de diciembre de 1951 sentado en un sofá de su departamento de Callao al 700. Muchos no le perdonaron el compromiso que había asumido con su Pueblo, con Perón y con Evita y, al decir de su esposa Tania, "Más que nada, murió de tristeza…"

Para conocerlo basta este relato hecho por él mismo: "Cursé hasta segundo año. Fui un buen estudiante. Un año di examen tres veces. Una vez por mí y otras dos por dos compañeros que estudiaban como alumnos libres. De los tres, uno, que era yo, quedó aplazado. Pero los otros dos pasaron. Quedé tranquilo con mi conciencia. No pudieron descubrirme porque eran distintos profesores y no nos conocían a ninguno de los tres."

"Los tangos de Discépolo, como expresión de la sabiduría y del arte popular son una síntesis de los valores, gozos y esperanzas de nuestro pueblo y constituyen el tesoro más importante de la cultura urbana de Buenos Aires. En este sentido han sido afluentes de la doctrina nacional y conformadores de la identidad política de nuestro pueblo." (Del libro "Discépolo. Tango Religión del pueblo y testimonio. Enrique H. Sosa. Ed. Gráfica e Editora Qualidade Ltda.)

Tuvo un programa de radio -¿A mí me la vas a contar?- que era la reacción de un hombre del pueblo ante los argumentos tendenciosos que los opositores esgrimen para combatir al gobierno.

En este espacio vamos a ir volcando algunos de sus programas para que los más jóvenes conozcan y los viejos recuerden. Les aclaro que todo parecido con la actual realidad no es casualidad. ¿Se entiende?

Ahí va uno de sus comentarios radiofónicos:

"Resulta que antes no te importaba nada y ahora te importa todo. Sobre todo lo chiquitito. Pasaste de náufrago a financista sin bajarte del bote. Vos, sí… Vos, que ya estabas acostumbrado a saber que tu patria era la factoría de alguien y te encontraste con que te hacían el regalo de una patria nueva… y entonces, en vez de dar las gracias por el sobretodo de vicuña, dijiste que había una pelusa en la manga y que vos no lo querías derecho sino cruzado. ¡Pero con el sobretodo te quedaste! Entonces, ¿qué me vas a contar a mí? ¿A quién le llevás la contra? ¿Antes no te importaba nada y ahora te importa todo… y protestás? ¿Y por qué protestás? ¡Ah!, no hay té. Eso es tremendo. Mirá qué problema. Leche hay, leche sobra; tus hijos, que alguna vez miraban la nata por turno, ahora pueden irse a la escuela con la vaca puesta… ¡pero no hay té! Y, según vos, no se puede vivir sin té. Te pasaste la vida tomando mate cocido, pero ahora me planteas un problema de Estado porque no hay té. Claro, ahora la flota es tuya, ahora los teléfonos son tuyos, ahora los ferrocarriles son tuyos, ahora el gas es tuyo, pero… ¡no hay té! Para entrar en un movimiento de recuperación con este al que estamos asistiendo, han tenido que cambiar de sitio muchas cosas y muchas ideas…; algunas, monumentales; otras, llenas de amor o de ingenio…; ¡todas asombrosas! El país empezó a caminar de otra manera, sin que lo metieran en el andador o lo llevasen atado de una cuerda…; el país se estructuró durante la marcha misma…; ¡el país remueve sus cimientos y rehace su historia!...

Pero, claro, vos estás preocupado, y yo lo comprendo: porque no hay té… ¡Ah… ni queso! ¡No hay queso! ¡Mirá qué problema! ¿Me vas a decir a mí que no es un problema? Antes no había nada de nada, ni dinero, ni indemnización, ni amparo a la vejez… y vos no decías ni medio; vos no protestabas nunca; vos te conformabas con una vida de araña. Ahora ganás bien; ahora están protegidos vos y tus hijos y tus padres. Sí; pero tenés razón: ¡no hay queso! Hay miles de escuelas nuevas, hogares de tránsito, millones y millones para comprar la sonrisa de los pobres; sí, pero, claro… ¡no hay queso! Tenés el aeropuerto… pero no tenés queso. Sería un problema para que se preocupase la vaca y no vos… pero te preocupás vos. Mirá, la tuya es la preocupación del resentido que no puede perdonarle la patriada a los salvadores.

Para alcanzar lo que se está alcanzando hubo que resistir y que vencer las más crueles penitencias del extranjero y los más ingratos sabotajes a este momento de lucha y de felicidad. Porque vos estás ganando una guerra. Y la estás ganando mientras vas al cine, comés cuatro veces al día y sentís el ruido alegre y rendidor que hace el metabolismo de todos los tuyos. Porque es la primera vez que la guerra la hacen cincuenta personas mientras dieciséis millones duermen tranquilos porque tienen trabajo y encuentran respeto. Cuando las colas se formaban no para tomar un ómnibus o comprar un pollo o depositar en la caja de ahorro, como ahora, sino para pedir angustiosamente un pedazo de carne en aquella vergonzante "olla popular", o un empleo en una agencia de colocaciones que nunca lo daba, entonces vos veías pasar el desfile de los desesperados y no se te movía un pelo, no. Es ahora cuando te parás a mirar el desfile de tus hermanos que se ríen… que están contentos… pero eso no te alegra porque, para que ellos alcanzaran la felicidad, ¡ha sido necesario que escasease el queso!... No importa que tu patria haya tenido problemas de gigantes, y que esos problemas los hayan resuelto… personas… Vos seguís con el problema CHIQUITO… vos seguís buscándole la hipotenusa al teorema de la cucaracha… vos, el mismo que estás preocupado porque no podés tomar té de Ceilán!... ¡Y durante toda tu vida tomaste mate! ¿Y a quién se la querés contar?... ¿A mí, que tengo esta memoria de elefante? ¡No, a mí no me la vas a contar!...

Compañer@, no te parece que lo estuvieras escuchando en estos momentos…?

Cambiá el té y el queso por la seguridad, el dengue y la gripe cochinilla y me parece que hacemos un blanco perfecto ¿O no?

Hasta la próxima…

Un fuerte abrazo peronista!

Mario Ranero