domingo, 26 de julio de 2009

A esta hora exactamente...

... nos dejaba un 26 de julio quien, con el correr del tiempo, se transformaría en el símbolo y abanderada de la clase trabajadora argentina, antorcha que iluminó el camino de los desposeídos.


María Eva, bautizada en la iglesia parroquial de Los Toldos, Provincia de Buenos Aires, el 21 de noviembre de 1919, había nacido el 7 de mayo de ese año en el casco de “La Unión”, establecimiento ganadero de Juan Duarte, su padre.


Más allá de recordarla íntegra y de aceptar el tardío reconocimiento que la sociedad toda le ofrece en la actualidad, luego de haberla vapuleado, menoscabado e insultado y a pesar de haberse profanado su cuerpo y arrastrado su busto por las calles de todas las ciudades donde éste se levantaba, quiero en esta oportunidad, homenajearla con pasajes de su libro “La Razón de mi Vida”, el cual recibiera las críticas más furtivas de parte de aquellos que, tal vez... buscaban en esa obra la exelencia literaria de un Borges o de un Mujica Lainez.


De ese testimonio rescato conceptos que indudablemente pintan de un modo claro su personalidad cuando, por ejemplo, nos decía:


“Mucha gente no se puede explicar el caso que me toca vivir.


Yo misma, muchas veces, me he quedado pensando en todo esto que es ahora mi vida.


Algunos de mis contemporáneos lo atribuyen todo al azar... ¡esa cosa rara e inexplicable que no explica tampoco nada!


No. No es el azar lo que me ha traído a este lugar que ocupo, a esta vida que llevo.


Claro que todo esto sería absurdo como es el azar si fuese cierto lo que mis supercríticos afirman cuando dicen que de buenas a primeras yo, “una mujer superficial, escasa de preparación, vulgar, ajena a los intereses de mi Patria, extraña a los dolores de mi pueblo, indiferente a la justicia social y sin nada serio en la cabeza, me hice de pronto fanática en la lucha por la causa del pueblo y que haciendo mía esa causa me decidí a vivir una vida de incomprensible sacrificio”.


Yo misma quiero explicarme aquí.


Para eso he decidido escribir estos apuntes.


Confieso que no lo hago para contradecir o refutar a nadie.


¡Quiero más bien que los hombres y mujeres de mi pueblo sepan cómo siento y cómo pienso...!


Quiero que sientan conmigo las cosas grandes que mi corazón experimenta.


Seguramente, muchas de las cosas que diré son enseñanzas que yo recibí gratuitamente de Perón y que no tengo tampoco derecho a guardar como un secreto...”.


...“He hallado en mi corazón, un sentimiento fundamental que domina desde allí, en forma total, mi espíritu y mi vida: ese sentimiento es mi indignación frente a la injusticia”.


De este modo surgía la fuerte personalidad de quien fuera la “compañera” de todo un pueblo que la vivió, la vivó, la lloró y la extraña permanentemente.


Muchos son los calificativos con los que se puede definir la figura de María Eva Duarte de Perón, “Evita” para su pueblo. De carácter firme y a la vez con la sensibilidad de una madre aunque nunca lo fuera biológicamente, tenaz, honesta de vida y de espíritu, capaz de hacer temblar al más pintado y llorar al más duro, con una razonabilidad encomiable y un sentido común que le permitió ponerse a la altura de las difíciles circunstancias vividas tanto desde el llano como desde el poder. Pero además de todo esto, tuvo algo que nosotros tenemos la necesidad de rescatar como lo más importante: fue, es y será un ejemplo que debe servir, no tan sólo para el orgullo de las de su propio género sino fundamentalmente para muchos hombres y mujeres que alcanzan el poder y no saben que es lo que se puede hacer con él.


Hasta la próxima y les dejo un fuerte abrazo peronista...

Mario Ranero