viernes, 13 de agosto de 2010

POLÍTICA PERONISTA

El movimiento peronista ha revolucionado las formas y el fondo de la política nacional. Para ello le ha bastado realizar una acción política integral con fines y objetivos nacionales. Colocó a su frente las tres grandes banderas de la causa argentina: la justicia social, la independencia económica y la soberanía política.
Inculcó una doctrina que sirviera de la mejor manera a la acción integral y a esas banderas reivindicatorias.
Mediante su doctrina y su acción interesó en la cosa pública a los ciudadanos, impulsándolos hacia la constitución de una colectividad organizada con un alto sentido de ética política.
Puso en marcha la enseñanza del civismo en las escuelas peronistas, ateneos y escuelas sindicales, destinados a elevar la cultura cívica y social del pueblo.
Desde el gobierno, mediante una planificación adecuada, cumplió ampliamente su programa doctrinario, transformando las masas inorgánicas en un pueblo organizado.
Sus realizaciones políticas, sociales, económicas y culturales posibilitaron la afirmación y consolidación de sus postulados doctrinarios.
Es el producto de utilizar la política como un medio de servir a la colectividad y al país, y no como un arbitrio para satisfacer intereses personales, de círculo o de clase. La política se ennoblece al servicio de la Patria; se envilece al servicio de los hombres.
El mal que siempre aquejó a la "política criolla" fue su sentido unilateralmente electoralista.
Los viejos partidos consideraron la elección como un fin. Todo convergía en ella y allí terminaban todas las inquietudes y los afanes.
Por eso no les interesaron los objetivos del país, ni se preocuparon de forjar una doctrina destinada a servirlos.
Por eso no tuvieron planes de gobierno, ni inquietudes nacionales, ni les interesó seriamente la educación cívica y social del pueblo.
Elaboraban una plataforma política de promesas circunstanciales; mantenían una organización meramente electoral, y sus caudillos se encargaban de instruir a sus hombres en los métodos de engaño y la tramoya, cuando no en las distintas maneras de preparar los diversos fraudes de antes, durante y después de las elecciones.
La carencia de objetivos propios y de propia causa hizo posible la ignominia, que cubrió a hombres y políticos al servicio de causas e intereses foráneos.

Cuando los hombres no tienen nada propio que defender, a menudo suelen ser instrumentos de la defensa ajena; simples mercenarios de la traición.

Juan Domingo Perón
(Mundo Peronista - Año I - N° 2 - Agosto 1° de 1951)

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